En la actualidad son muchas las organizaciones que incorporaron o están incorporando algún tipo de práctica ágil. Los beneficios de su aplicación se ven, por ejemplo, en los ciclos de desarrollo de producto. Estos no sólo se reducen en plazo y costos, sino que también se ven mejoras en la calidad de los resultados, y en la satisfacción de interesados y participantes. Pero profundizando más allá de la aplicación de marcos de trabajo ágiles, como Scrum, la agilidad trasciende los aspectos constructivos (de productos tangibles, servicios o Software) y se instala como un movimiento que abarca a todos los procesos y actores de la organización.
El objetivo de aplicar una visión ágil en las organizaciones es poder afrontar mejor el dinamismo y los cambios frecuentes que las mismas atraviesan. Cómo mencionamos en nuestro artículo anterior sobre la complejidad, ser ágil nos permite afrontar mejor la incertidumbre.
¿Qué implica exactamente esta agilidad? Ser ágil significa tener capacidad de respuesta y adaptación, velocidad y foco en la generación de valor. Extender esto a nivel organizacional, implica llevarlo toda la estructura: al interactuar y generar valor hacia nuestros clientes, accionistas, ejecutivos, y también en la cultura y acciones que llevamos adelantes con nuestros equipos y colaboradores. Algunos de los elementos esenciales de la agilidad organizacional son los siguientes:
Orientación al valor: Ser una organización ágil implica poner foco en lo que es valioso. Eso lleva a tener una visión pragmática de prácticas y procesos, de forma de potenciar todo aquello que es generativo, y reducir (o eliminar) lo que es desperdicio. Si en una organización cuesta entender la razón por la que algo se lleva adelante, probablemente eso no sea tan valioso (al menos no en ese momento). La burocracia, la excesiva verticalidad, la necesidad de involucrar a muchos actores cada vez que se toma una decisión llevan a una reducción de la agilidad.
Enfoque experimental: Para que una organización sea verdaderamente ágil, sus miembros deben tener la autonomía de experimentar, aprender y adaptarse para maximizar el valor. Son elementos que típicamente aparecen en start-ups y emprendimientos. Para las organizaciones más grandes y estables, esto implica dejar de lado estructuras excesivamente controladoras. Y, en su lugar, ampliar los grados de libertad de aquellos más cercanos a la ejecución y entrega, para que tomen decisiones de forma autónoma.
Foco en los equipos y las personas: Otro elemento que caracteriza a la agilidad es su orientación al elemento humano como eje diferencial del trabajo. Para eso, los líderes se convierten en facilitadores de la dinámica grupal, empoderando a los equipos, y apoyando su transición hacia la auto-gestión. Todas estas prácticas se cimientan en la transparencia y confianza por parte del management, y también en responsabilidad y compromiso por parte de los equipos y las personas.
Existencia de plataformas que habiliten la agilidad: Agilidad no es igual a anarquía. Existen procesos y prácticas que dan estructura a la entrega de valor. Eso potencia la agilidad. En el mundo del Software, por ejemplo, los equipos ágiles suelen automatizar todo aquello que sea automatizable. Esto significa que se concentran en aquello que es “central”, y aseguran que todo lo que sea “soporte” funcione de manera óptima. De igual modo, una organización ágil invierte en tener prácticas y tecnología sólida, que habiliten a sus equipos a desarrollar las actividades realmente valiosas para la organización y los clientes.
¿Consideras que la organización en la que trabajas lleva adelante algunos de estos elementos? ¿De qué otra manera crees que se puede fomentar la agilidad en las empresas? Nos gustaría escuchar tus comentarios!
Autor: Ing. Ezequiel Kahan – Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción sin el expreso consentimiento del autor.
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